12/15/2005 |
CUANDO HUIR NO AYUDA |
Muchas cosas que asusta afrontar y que evitamos con todo tipo de estrategias actúan como un lastre vital. Para liberarse de él la clave no es correr más, sino mirar la situación con otra perspectiva.
Se podría decir que todas las personas huyen de algo. De hecho, la huida es una respuesta universal ante lo que produce temor o conflicto. Sin embargo, hay muchas formas de huir, algunas más evidentes y otras más sutiles. No sólo huimos cuando nos alejamos físicamente de algo o de alguien, sino también al evitar ciertas situaciones, al intentar evadirnos de algún modo de la realidad o al preferir olvidar, rechazar o negar ciertos aspectos de nuestra vida. Como vemos, hay maneras de huir que implican movimiento, y otras más estáticas, en que la distancia se pone interiormente. La huida es una forma rápida y eficaz de escapar de una situación que personalmente resulta difícil. Es un recurso que compartimos con el resto de los animales. Ante un peligro o sensación de amenaza se responde instintivamente con una serie de cambios fisiológicos que preparan para la lucha o la huida. Se trata de reacciones cuyo objetivo primordial es conservar la propia integridad.
Una salida, no una solución Cualquier tipo de huida nos defiende de algo que nos resulta demasiado doloroso, demasiado arduo o que provoca un temor excesivo. En muchos casos huir es necesario e incluso sano. Encontrar formas de distanciarse de la situación, por ejemplo, es una buena fórmula para no quedarse excesivamente atrapado en el sufrimiento. Sin embargo, huir alivia de manera inmediata aquello que uno teme afrontar, pero se trata de una salida, no siempre de una solución. La experiencia, el recuerdo, la situación de la que se ha huido a menudo permanece sin resolverse, gobernando de algún modo nuestras reacciones.
6 formas de cambiar la perspectiva Frenar el impulso de huida no es fácil. Sin embargo, estas sugerencias pueden servir de ayuda para afrontar y aclarar nuestros puntos oscuros.
Detectar. Ante todo, es importante saber reconocer cuándo estamos huyendo de algo y de qué manera intentamos escapar. Esto requiere capacidad para observarse y ser autocrítico, pues muchas veces uno mismo intenta negarse que esté huyendo.
Buscar alternativas. Suele ser útil buscar conductas opcionales para cuando surge el impulso de huida. Así, en vez de recurrir a algo que permita apaciguar el dolor emocional se puede llamar a otras personas para hablar con ellas, dar libre expresión a las emociones hasta que se calmen, escribir sobre lo que se está viviendo…
Medios para relajarse. Cuando permanecemos ante algo que nos resulta difícil y de lo que deseamos huir puede aparecer ansiedad o tensión. Es importante contar con medios personales para liberar esta tensión y poder recuperar el propio centro y la calma.
Aceptar la inseguridad. Aceptar vivir ese momento de inseguridad, tolerar el dolor y las sensaciones desagradables, es la puerta que puede llevar hacia el cambio y la confianza.
Observar. En lugar de huir y buscar inmediatamente sentirse mejor, se puede tener una actitud de curiosidad. Observar cuáles son los sentimientos y los miedos que aparecen ayuda a que pierdan fuerza y no se apoderen de uno mismo.
Encarar el desafío. Los puntos oscuros que prefieren evitarse pueden entenderse como desafíos que forman parte de nuestra vida. Uno decide encararlos o no, pero a menudo están ahí para enseñarle algo.
Aquello de lo que queremos huir es lo que nos hace más esclavos, pues limitan los pensamientos y los movimientos. |
Escrito por Mente Cuerpo Y Emociones @ 12/15/2005 01:55:00 p.m. |
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1 Comentarios: |
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Hola amigo,
Que bueno esta este escrito muy reflexivo, ojala pudiéramos seguir con algunos de estos consejos y seguramente veríamos un mundo mejor...
Un abrazo cordial
Nelson
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Hola amigo,
Que bueno esta este escrito muy reflexivo, ojala pudiéramos seguir con algunos de estos consejos y seguramente veríamos un mundo mejor...
Un abrazo cordial
Nelson